Leyendo un twitt de Yoani Sánchez que me pareció relevante para el archivo de Cuba Material, pensé en mis dos puentes preferidos, cuyo transitar siempre se me hizo pintoresco, anticipándolo con placer. No está entre ellos el de Bacunayagua, reconocida proeza de la ingeniería cubana, sino más bien dos pequeños puentes bullangueros: el puente de hierro de la desembocadura del río Almendares, el cual gira sobre un eje central para dejar pasar embarcaciones menores rumbo hacia los astilleros Chullima, justo detrás del mismo, en la orilla que pertenece al Vedado, y el puente de madera de Boca Ciega, en las Playas del Este. El que lleva a Miramar, si se atraviesa en automóvil, deja escuchar un singular e ininterrumpido sonido, producido por el friccionar de las ruedas con el metal enrejado de su superficie (si se cruza en bicicleta, a ese sonido, más bajo, hay que añadir los malabares que hay que hacer para evitar que las ruedas, si son finas, se traben entre los orificios del suelo), mientras que el de Boca Ciega, más pequeño, grita por medio de unas planchas de metal colocadas sobre la armazón de madera, que cuando se transitan muestran la apacible unión de lo que parece un riachuelo con el casi siempre tranquilo mar, pequeño y sucio delta en el que decenas de muchachos, solos o con sus padres, chapotean. Estas son las imágenes que arrojó mi búsqueda. Este es el estado en que se encuentran. Y, a juzgar por el twitt que cito, corren con suerte.
#cuba Reporte en TV de que los cubanos se “comen” lo puentes, se roban piezas de estos importantes viales para construir sus propias casas.