Cuando aún se encontraba embobecido con la revolución cubana, Sartre intentó explicársela al mundo, incluyendo en su explicación el contubernio entre los dineros de la Lotería Nacional y el Instituto Nacional de Ahorro y Viviendas (INAV), a partir del cual los billetes de lotería pasaron a llamarse Bonos de Ahorro y Vivienda. Cuenta el francés que, enterados del decreto que abolía el juego y la prostitución en Cuba, croupieres y prostitutas hicieron pública su protesta, tomando las calles del Vedado y presentándose en el Habana Libre (todavía Habana Hilton), donde tenía sus oficinas Fidel Castro por aquel entonces. Castro, para evitar la oposición de estos sectores a su proyecto político, prometió dejar para más adelante los asuntos de orden moral, una vez que tuviera un trabajo diferente que ofrecerles a estos padres y madres de familia. Solamente se abolieron entonces las máquinas de juego (traga monedas) y el proxenetismo, y el Instituo de la Vivienda pasó a administrar la lotería.
Con estos dineros se construyeron los edificios conocidos como Pastorita (pues Pastorita Núñez era la directora del INAV) que antecedieron a las microbrigadas. Los edificios Pastorita, sin embargo, sin renunciar a la estética del prefabricado, venían equipados con calentador de agua en cada apartamento y garage colectivo en muchos casos. En cuanto a los apartamentos, las paredes estaban repelladas con yeso, los closets tenían puertas, las mesetas de la cocina formica, y todos poseían un amplio patiecito con lavadero y vertedero.
En uno de esos apartamentos crecí yo, compartiendo el edificio con otras 15 familias distribuidas en cuatro pisos y dos torres de escaleras. Supe por mi bisabuela que, cuando decidió dejar su apartamento de alquiler frente al parque Mariana Grajales para estrenar uno en el nuevo proyecto de Pastorita, pidió que el closet del cuarto principal abriera hacia el pasillo en lugar de hacia el cuarto, para que así el enorme escaparate de tres puertas de su juego de cuarto cupiera en el dormitorio principal. Cada uno de los días que viví en aquel apartamento era consciente de la singularidad de uno de sus closets. Y, cada día, la posibilidad de que un futuro inquilino o propietario pudiera individualizar su casa aún en fase constructiva se tornaba más increíble y surreal.