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Channel: arquitectura – Cuba Material
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derrumbes

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Entrada principal de vivienda en calle 11 entre L y K, Vedado. 2011.

Alguna vez en esta casa habitó una familia. Una sola familia. Cuando yo la visitaba, ya se encontraba dividida. Dos familias, a las que solamente unía, de mala gana y con múltiples inconvenientes, la línea telefónica y el portal, compartían el inmueble. Más adelante se incorporó un salón de belleza a la casa de la planta baja y el portal fue dividido y enrejado. Por esa época la familia que habitaba el segundo piso consiguió emigrar. Hace unos meses recibieron estas fotos de un pariente en Cuba. Por lo menos, nadie murió en el derrumbe.

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Segundo piso de edificación en 11 entre L y K, Vedado, Habana. 2011.

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Casa de 11 entre L y K, Vedado, Habana. 2011.


Hotel Torres

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Imagen del Hotel Torres, ya desaparecido. Varadero, Matanzas. Años 1950s. Imagen tomada de FB.

(Agradecimientos a Olga Casteleiro, que indag’o sobre imagen a través de su red de amigos en Facebook)

Habana-Varadero-Habana

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Atravesar el Puente de Bacunayagua resultaba, en mi familia, siempre emocionante. Se hablaba entonces de su altura, su extensión, su ingeniería y, sobre todo, el hermoso paisaje que se disfruta desde el mirador homónimo, del lado que ahora corresponde a la provincia Mayabeque. Guardo muy buenos recuerdos de varias cafeterías a lo largo de la Vía Blanca: Taramar, El Cayuelo, Bacunayagua, entre otras que no puedo recordar. Nos deteníamos siempre en alguna de ellas, lo mismo camino a nuestra casa en la playa de Guanabo que cuando, desde allí, nos escapábamos por un día a Varadero. Hace unos días, en el confort aclimatado de las guaguas de Vía Azul, recorrí la ruta Habana-Varadero-Habana. Esos modernos ómnibus solamente realizan una parada breve en un ranchón de guano bautizado El peñón que nada tiene que ver con el famoso Peñón del fraile que, cerca de Baracoa y del lado opuesto de la Vía Blanca, es decir, frente al mar, nos mantenía a mi hermana y a mí alertas durante un buen tramo de carretera para ver quién lo divisaba primero. En este rústico peñón a secas una empresa estatal vende refrigerios y souvenirs saturados con el rostro guevariano. De aquellas construcciones modernas solamente sobrevive la cafetería del puente de Bacunayagua, donde artesanos privados venden su mercancía y una empresa estatal se ocupa de la gastronomía, pero la compañía Vía Azul no se detiene ahí.

Cafetería Taramar. Imagen tomada de internet.

Cafetería EL Cayuelo. Imagen tomada de Panoramico.

microbrigadas

Rafael Rojas: Souvenirs de una Habana soviética

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Edificio en calle C entre 15 y 17, Vedado, Habana. Foto de 2012.

Anota Rafael Rojas que “la falta de un legado urbanístico y arquitectónico [soviético] visible” en Cuba facilitó la inversión que, en el campo referencial de la cultura cubana, comenzó a gestarse entre 1986 y 1989, según la cual la URSS pasó “de ser un lugar metropolitano y paradigmático, fuente de valores y lenguajes de legitimación… a ser, bruscamente, una ciudad subversiva, disidente, exportadora de ideas y gustos desestabilizadores para el socialismo cubano”, la cual, según el autor, tomó cuerpo pleno en 1992, cuando:

…el vínculo con la Unión Soviética comenzó a reproducirse como una herencia incómoda, como un tabú del pasado reciente. A la falta de un legado urbanístico y arquitectónico visible, se sumó el deseo oficial de enfatizar la naturaleza autónoma del socialismo cubano. Fue entonces cuando discursos de difícil asimilación en las primeras décadas revolucionarias, como el catolicismo, reaparecieron en el campo intelectual y cuando la crítica de los problemas del socialismo real, antes vetada, es asumida por el paradigma de la corrección política. De pronto, la Unión Soviética, como metrópoli, desapareció del presente y del pasado de Cuba: fue esa ausencia de testimonios la plataforma ideal para la propagación de discursos nostálgicos sobre el período colonial y republicano de la Habana. La ciudad revolucionaria no había tenido lugar y las otras Habanas, las del Antiguo Régimen, podían reaparecer sin mayores peligros.

Ver texto completo en Penúltimos Días.

el Vedado de Enrique Pineda Barnet

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23 y 12, Vedado, Habana. 2012.

Ah, la noche, luego del vodka, el caviar y las matrioshkas…el sueño profundo y levitador que hace sucumbir caribes como témpanos helados. Cuando recostaba la cabeza en la inmensa almohada rusa, entornaba los párpados por su propio peso y…

Entonces se dibujaba en el sueño mi inmenso malecón habanero, más bien el largo tramo del malecón del Vedado, y tras él se extendía interminable un mar helado, un mar totalmente congelado, pista de patín de hielo, iceberg sin sumergir, infinito, donde Sonja Henie patinaba para mi infancia, en el Vedado, donde estuvo la pista de hielo del Palacio de los Deportes, donde antes estuvieron las Playitas del Carneado, donde ahora está exactamente la Fuente de la Juventud y en la niñez gocé el grandioso espectáculo del Circo Ringlyn,  los Cantos y Danzas de España, y alguna Follies no recuerdo si Bergere o no Bergere….

………….

Otra noche de mis sueños recurrentes fue con la Escalinata, no la de Odessa, quizás influenciado por Potemkim, pero era mi escalinata del final o del comienzo del Vedado, mi escalinata de la Universidad, donde el Vedado se va a introducir bajando hacia La Habana, o se va a elevar ascendiendo la colina. En la pesadilla atroz la escalinata se nevaba. Y veía descender la masa enardecida de estudiantes, del 33 y de los 50 y del 59, por las escaleras nevadas, y ellos con inmensos abrigos de pieles y chapkas cubriendo sus gallardas cabezas. Terribles pesadillas del Vedado. Ay,  el Alma Mater con abrigo de visón. Algunas de estas imágenes me condujeron al guión cinematográfico de “Soy Cuba”.

………………….

Y venía el cochecito de “El Encanto”, un coche salido de Cinderella, con sus corceles y cascabeles, y una musiquilla inigualable, que no era de Tchaicovski, como de valsecillo en caja de música. El Cochecito de El Encanto, con sus vitrinas a ambos lados exhibiendo tentaciones de toda índole. Cuando el cochecito de El Encanto abría sus compuertas traseras, como las de cualquier diligencia de los Westerns, era como una caja de Pandora, la posibilidad de todas las sorpresas: cintas, lazos, botones, aretes, collares, fantasías finas, abanicos, vanitys, encajes, talcos aromáticos, perfumes de París, sedas y terciopelos, raso, ropas interiores discretas, enigmáticas, sólo mostrables a las damas…

¡Ah el mágico cochecito de El Encanto! Como la maleta de cuero de Moisés el polaco, que vagaba de casa en casa para destapar ante las doncellas de la servidumbre las magias de Las Mil y Una Noches ¡el vetiver! ¡el rimel embeleso para simular ojeras y ostentar el vicio sobre los párpados! El despliegue del Damasco y los abanicos de sándalo. Las ligas de encajes y tira bordada para lograr que las medias de seda negra accedieran a las entrepiernas.

Eso era antes o durante la grandeza de “El Encanto” en Galiano y San Rafael, con la dama del perrito y el caballero del sombrero de copa inclinado al saludo. “Ya es verano en el Encanto “, en la Esquina del Pecado.

……………….

Eso viene del Cerro, de la Calzada del Cerro de donde emigran las familias que no han podido arrancar sus celosías, los medios puntos, los traspatios ni las rejas torcidas como encajes o los guardavecinos. De eso se ocupará Amelia Pelaez y nos lo devolverá con creces, mientras Portocarrero, Cundo Bermúdez  y Mariano, traerán las mamparas, los paravanes, lámparas y candelabros de los interiores del Cerro. Y entre otros tantos cargarán las columnas, los capiteles, repisas, vitrinas, comadritas y sillones, abanicos de nácar, bibelots, porcelanas de Cevres o biscuit, bacarás, bronces y marfiles,  barandas y mosaicos de portales… y las naturalezas muertas.

Pero el Vedado tendrá su propia personalidad, exhibirá el portal y sus doncellas domésticas uniformadas que con el tiempo se convertirán en damas, amantes, actrices, modelos, o gobernantas,  por las cuales, Cándido, el billetero del 33, “subía al cielo con la muñeca”.

El traspatio se esconde, los columpios se asoman. Los jardines tendrán diseños como pequeños escoriales o babilónicas pequeñeces. La yerbita japonesa, las margaritas del Japon, los palitos chinos, las siemprevivas, las brujitas voluntarias cuando llueve, los helechos  y la invasión punzante de los cactus, las coronas de Cristo y las rosas de mármol. Debe ser también la desértica proximidad del mar.

…………………….

…Y el globero que pregona los zeppelines, remolinos, pitoauxilios, reguiletes, silbatos, matracas, pajarillos de papel enrollados, boomerangs, yoyos, juegos de yakis, suizas, y todo cuanto hace ruido, estalla colores, vuela o crea la ilusión,

Panchita la del jabón Candado para darte un premio si le quitas el churre a la barriga de la ropa con jabón Candado, con Pirey Fuerza Blanca. Las gitanas, que no vienen de Gitania, ni de allende los mares, pero sí se las saben todas…vendrán con sus sayas amplias cargadas de vuelos y floripones, y sus largas trenzas y collares, a echarte las cartas y decirte el pasado, el futuro, el premio de la Lotería y la mujer trigueña que se atraviesa en tu camino, y que poco a poco pasa a ser castaña y termina siendo rubia en la medida en que asientas o discrepes.

Los papalotes, coroneles o chiringas, se empinarán mejor en los parques, para no enredarse con los laureles o las casuarinas. Y el malecón y el parque del Maine crearán la fantasía del Globo de Matías Perez, o el de Cantoya, y los que leen, se enteran de Julio Verne o de la voladura del acorazado, y los patines resbalarán con esa sensación vibrante deslizándose sobre los mármoles del Maine.

…………

Y pasa el tiempo y pasó un tranvías frente al mar,  para allá y para acá. El Vedado se va llenando de otros móbiles. y otros móviles. Y aparecen los Chevrolets, los Fords, los Pontiacs, Buicks, Cadillacs…y los convertibles adornados en los carnavales que se inician en el malecón del Vedado, no caben las marcas y modelos en el gran barrio del Vedado, el “pudiente” barrio del Vedado, el limpio barrio del Vedado, siempre asfaltado, sin baches, algunas calles aun con adoquines, como J entre 27 y 27 de Noviembre, o en H entre 15 y 17.. Habrá ómnibus, guaguas, por 23, por 17, por Línea. Y líneas de tranvías por las tres avenidas, y atravesando por 12 y por L. El Vedado parece un barrio bien trazado. Las calles paralelas al mar, van ascendiendo en números impares: 1ra, 3ra, 5ta, 7ma que le dicen Calzada por no sé qué antojo, por qué vieja calzada,  la 9na se llama Línea, por aquello de la modernidad, luego un tiranuelo megalómano le pone General Batista, hasta que se cae –el tiranuelo, no la calle- y vuelve a ser Línea, y así sube a 11,13, 15… hasta 29.

………….

Luego se construyeron túneles, cortos y seguros, bajo el río, para conectar al Vedado con la otra barriada, que devino en más privilegiada, para las grandes mansiones, chalets, y avenidas, que hicieron del Vedado la prima venida a menos, y del Nuevo Vedado, la nueva clase.

………………….

…Y ya no se limita un tambor a las cuarterías y solares como los de  E entre Calzada y Línea, o El Tubo de  24 e/ 15 y 17,  El Reverbero, La Palangana o el famoso Solar Miami de Calzada y J, o  El Merengue, o El Palacio de la Leche, (también conocido por El Carreño)…precursores de la destrucción o el abandono. Fascinación de turistas supuestamente solidarios que encuentran pintoresca la miseria ajena. Grupos sociales ahora dispersos, integrados o   invasores de  la sólida entraña del Vedado, arrastrando –como ocurrió antes con  la emigración del Cerro- esta vez, la tendedera (sábanas blancas colgadas en los balcones), la mesa de dominó bajo el framboyán o cualquier árbol mayor de la cuadra, con su correspondiente botella de ron, la bronca y el tres-en-uno con bocina stéreo, con o sin guaguancó. Ahora, también con su elemento enriquecedor, que se sugiere en las cafeteras de Acosta León, hasta desarrollarse en los cuerpos pintados de Mendive, o los sígnos de Belkis Ayón.

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La Avenida de los Presidentes se hace dramática. En las noches, los fantasmas de los  muertos del hospital, bailotean con los fallecidos en la cárcel, juegan con los deportistas  accidentados del Stadium y los letrados ya exhumados, recuperan sus cuerpos para cantar loas a esta simbiosis. Mientras, las parejas sin techo, hacen el amor en las cuevas de los farallones, bajo las copas de los árboles, enredados entre sus grandes raíces.

La calle G, Avenida de los Presidentes, es un amplio y extenso paseo central, adornado de bancos y palmeras, bellos jardines que no envidian a su parienta 5ta Avenida de Miramar. Suponía destinada a exponer los monumentos a lo que históricamente sería nuestra herencia de dignidad de gobiernos republicanos. Y ahí comenzó el dimeidirete y al primer presidente Estrada Palma, encaramado en su pedestal, lo cortaron al ras de los pies de bronce. Allí quedan sus zapatos y hasta algunos turistas creen que es un Monumento a los Zapateros. No llegaron a erigirse a otros presidentes, así ha sido de complicada nuestra Historia. Hoy, rellenando los espacios predestinados, los ocupan héroes de la Patria Grande: Bolivar, Juárez, Allende… Un monumento ecuestre al Gral. Calixto García Iñiguez, presidente de la República en Armas,  reconstruído, inaugura la avenida y sugiere cabalgar sobre una proa al mar. Otro monumento descomunal culmina la  Avenida, el monumento al Gral. José Miguel Gómez, también presidente. El primero en mármoles negros, el último en mármoles blancos con esculturas y columnas, reproducción en miniatura del Monumento a Victor Manuel II en Roma. En el primero, custodiados por inmensos y legendarios cañones, el último coronado de palmeras y laureles, frente a los parques de arbolitos recortados, bancos de hierro torcido y tablones verdes, reconstruído recientemente.

Otro monumento se mantiene en honor a su esposa América Arias, cuyo nombre aun ostenta el  Hospital de Maternidad de la cercana  Línea y G.

En el Vedado, como en la ciudad, las esquinas adquieren significados:

L y 23, 23 y G, Paseo y Línea, 23 y 12.

Cuando de niño pasaba los sábados en la mañana hacia la casa de mi abuela en Línea 53, desde mi casa en 15 y 4, gustaba de caminar por 23, para enfrentarme a la visión impresionante de las furnias de 23 y L. En donde hoy está el Cine Yara y el Hotel Habana Libre, inmensas fosas en las que, lejanas e inaccesibles, se veían abajo las agencias de ventas de automóviles, atractivas por sus toldos de rayas y los flamantes autos. Arriba, en el espacio donde está hoy Copelia, solamente el tétrico Hospital Reina Mercedes, especie de imagen conventual, amarillo, con su portón imponente, donde el recuerdo me remonta a las películas de miserias, monjas sin rostros, enfermos tirados en el suelo, epidemias, heridas, llagas, fetidez y lamentos,

Nunca me atreví a asomarme, desde lejos, las galerías de altas arcadas y sombríos personajes.

Luego, en el espacio actual del Hotel, creció un tentador Parque de Diversiones, con su estrella, los carros locos y la montaña rusa, lo cierto es que no ha vuelto a haber un Parque de Diversiones decoroso para los niños del Vedado, aunque Jalisco no se raje.  Después el mismo sitio fue cercado con altas vallas, largo tiempo, mal recuerdo alguna carpa de circo, quizás Santos y Artigas, Razore o Montalvo, se me confunde la esquina que pudiera salirse del Vedado a Infanta y San Lázaro. A la vez que la zona opuesta fue creciendo de otra forma. Bajaba hacia lo que hoy es La Rampa, y estaba la otra furnia a la orilla del Hotel Nacional, nacido con mi nacimiento, cargado de eventos y guerritas ya al nacer , y en frente, donde está el Cine La Rampa, una techumbre de zinc cubriendo un amplio espacio de cemento, inauguró una delicia para los jóvenes: las Boleras Tony. Juegos de bolos, con cafetería con las primeras máquinas para hacer batidos, y victrolas que tocaban los últimos discos de moda: Bin Crosby,  Frank Sinatra. Y allí hubo fiestas juveniles, y hasta bailes que todavía no estaban a mi altura. Fue un avance de modernidad juvenil en el Vedado. Mientras en 17 y N la pollería El Liro, inauguraba otra cafetería moderna donde también aparecían los batidos de chocolate, la leche malteada, sándwiches de pan de molde y galleticas preparadas. En frente, donde hoy se encuentra el FOCSA, se estableció el Club Cubaneleco, de la Cuban Electric Company, para Calixto Kilowat , sus trabajadores y asociados. Allí había cancha de Tennis, cancha de squash, piscina, y Casa Club, se hacían fiestas, deportes y vida americana.  Mientras la Pollería El Liro crecía con sus batidos y victrolas, para cambiar años después los pollos por los conejitos.

En 12 y Calzada, el Vedado Tennis Club realizaba la pretensión de ponerse a la altura del Havana Yatch Club o el Biltmore…inaugurando un nice club con la cancha mayor, la piscina mayor, el salón de bailes mayor, en el mayor aristocrático quiero-y-no-puedo del Vedado.

No me di cuenta, o habré tenido fiebres por leer antes de tiempo a Thomas Mann, cuando crecieron el Hotel Havana Hilton, el edificio Radiocentro, para trasladar a allí, desde Monte y Prado en La Habana, los estudios de CMQ radio donde canté, actué, escribí, dirigí y no me di cuenta, el cine teatro Warner en la esquina de L y 23, y  tampoco sé cuándo demolieron el hospital que luego fue parque, después cabaret, sala de exposiciones, hasta llegar a ser Copelia. Cuanto se construía en aquella esquina donde hubo el Hospital, estuvo destinado al fracaso, hasta que en un exorcismo, Copelia se levantó como un platillo volador, a la vez que el Palacio de los Deportes, también cósmico, crecía en la fuente luminosa o el Bidet de Paulina, la entonces Primera Dama de La República, que ni era la esposa pero la cuñada cargada de leyendas del Presidente Grau, quebrando tradiciones. Grau, un presidente surgido del Vedado, “hace el pollito”, dice que hay dulce para todos, se construye una chocita en Miramar, baila ante las cámaras de Televisión un cha-cha-chá con la bailarina Floreana Alba, es catedrático de la Universidad, sabe hacer el ridículo y al final queda invicto cuando se le pasa la cuenta, porque verdaderamente amigos, la cubanidad es amor..

La esquina de 23 y L estalló como la gloria. El edificio Radiocentro, la CMQ, sus programas radiales con audiencia de público. Los estudios para ver los programas, los artistas circulando por la zona, cazadores de autógrafos que años después trascienden a la fama. Una cafetería por la entrada de la calle M, una barbería de lujo con chismes y telas cortadas, tiendas  y sastrerías en los pasadizos de los bajos, por arriba escaleras aerodinámicas, una discoteca con venta y cabinas para audiciones de discos selectos, mi prima Fifina , la inglesa, recomienda los discos,  otras pequeñas tiendas, sastrerías y boutiques, librerías, fotografías, restaurante chino El Mandarin, una farmacia moderna. Y el Warner, un gran escenario para grandes espectáculos: shows, el nuevo concepto del show de Adrián Cuneo. Y detrás la película, “Night and day” estrenó la gran pantalla. Recuerdo los primeros shows: la Navidad, una gran caja de regalo en el escenario y de ella iba a surgir una bailarina, una gran sorpresa, una idea mágica: Leonela, como una muñeca articulada, una especia de presagio o eco  de Copelia.

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Se alzó inmediato y majestuoso el Edificio del Retiro Odontológico, nuevo alarde arquitectónico, Que en el 63 fue locación sincronizada con los fondos del nuevo edificio del MINREX y Radiocentro, en esas mágicas combinaciones que hace el cine, por el genio de la fotografía Serguei Urusievski para la película “Soy Cuba”

El Havana Hilton ostentó su patio central, espectacular interpretación en síntesis del patio cubano: piedras hermosas, palmeras, vegetación amazónica, helechos, fuentes de agua, cascadas, celosías, medios puntos, en una estilización nunca antes vista. En el 2do piso el bar Las Cañitas, la piscina tras los cristales. Abajo el restaurante Polinesio, absoluta novedad, tiendas boutiques con objetos de arte, piezas orientales, perfumerías…joyas. Podías encontrarte a Ava Gardner en chancleticas o a Marlon Brando, comidas exóticas, tragos exóticos servidos en conchas, caracoles, cocos, con flores, gardenias, orquídeas, perlas… Tótems africanos. Y por los cuatro costados, las más altas expresiones del arte cubano: Un mural de cerámica, presentación de Amelia Pelaez al frente, un mural de vanguardia de Cundo Bermúdez por el  costado de 23, y murales interiores impresionantes de René Portocarrero. Restaurantes y bares interiores creando ambientes sugerentes, íntimos, tropicales o mediterráneos, con atmósferas diversas. CATAY, la primera tienda para tocar lo exótico.

L y 23 se revela como la esquina del futuro, e inició lo que sería después el boulevard de La Rampa. Bajó a convertir la Funeraria Caballero en salón de arte y luego en estudio de dibujos animados y cine para la Televisión. La Televisión que en el inicio de los 50 invadió con 2 canales en La Rampa y cambió la vida de la ciudad.

Y el Pabellón Cuba donde hubo un monte rocoso lleno de cuevas de ratas y desperdicios. Allí se inauguró el Salón de Mayo con artistas plásticos del todo el mundo, y el Congreso Internacional de Arquitectos que llevó a las aceras una muestra de cada uno de los plásticos más significativos: Lam, Amelia, Porto, Mariano, Martínez Pedro, Sandú Darié…como grandes mosaicos. …

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El Cementerio, La Muerte. Vedado dentro del Vedado, una señal de tránsito indica “SOLO ENTRADA”, con el grupo escultórico de las Tres Virtudes Teologales de Villalta Saavedra en la puerta misma del Cementerio de Colón. Considerado entre los más bellos cementerios del mundo, por sus joyas esculturales y arquitectónicas, y por la significación de las familias sepultadas allí. Dentro, duermen ciudadanos de todas las categorías, custodiados por la variedad mayor de esculturas, columnas, cúpulas y torres. Y la Capilla Central del arquitecto Eugenio Rayneri.

La larga avenida 23 hacia La Rampa, al  moderno Boulevard de los 50, que también muere en el mar, y para darle paso quitaron la farola Art-Deco que elegantemente daba su broche de cierre a la Avenida.

Y de 23 hacia el Puente de Pote, puente sobre el río Almendares, encima del conocido y novelístico Bosque de La Habana, -lugar de intrigas, leyendas de crímenes, policíacos y pasiones de amor, de escondites y pasos prohibidos-. Donde hoy se esfuerza en sobrevivir un parque infantil con merenderos y alquiler de botes que dejaron de pasear. El Almendares que fue cuna de yates millonarios y barcazas de pescadores, río de Oshún para bautizo de sus hijas e hijos, untados en miel y salpicados de flores amarillas, caminos intrincados como selvas para las pillerías y excursiones riesgosas de la infancia de pantalones largos..

La esquina de 23 y 12 es anacrónica, pertenece a todas las épocas, transitada por los mismos personajes  de siempre: un vagabundo, una religiosa, una prostituta, un señor, un vendedor, un billetero, una viuda, un bandido, un trabajador, un poeta, militares, estudiantes. El Caballero de París se tropieza con el Tamalero de pican y no pican, La Marquesa entra a La Pelota como si fuera El Carmelo de Calzada, Bebo vende sus periódicos de todos los tiempos (El Pai, Alerta, Granma), la guagua se abarrota o deja a la gente esperando, monjas, jineteras, iyabós, floreros, policías…un fotingo, un coche, un heladero, floreros con canastas llenas de flores en la cabeza, floreros en las aceras, crisantemos,  gladiolos, azucenas, dalias, rosas, claveles, mariposas…mariposas que inundan el aire con su olor, la mariposa es la flor nacional de Cuba, la mariposa es su símbolo, blanca, pura, frágil, aromática, seductora, sensual y efímera, o billeteros que prodigan la suerte y la poética de las charadas que apuntarán en las vidrieras de tabacos y cigarrillos:

……………….

Vallas que anuncian cervezas con modelos curvilíneas para el Meneito, que brindan algo más que levadura y espuma,  o enarbolan consignas que ofrecen disyuntivas como la esquina: vida, Patria, o muerte..

……………………

Bancos de jardín para poetas trasnochados y fotógrafos que descansan sin cansancio. Su portal de arcadas y medios puntos, a veces apedreados. Portales transitados por personajes lentos, jubilados cansados. Con su Correo que casi funciona, en un universo de Kundera o  Kafka, buzones oxidados y entelarañados , bancos con parejas de los años 20 que han envejecido dentro de sus ropas, las que han envejecido sobre ellos. Vagabundos y ancianos que pernoctan el mediodía en los bordes de las vidrieras, niños que patinan sin patines.

Y el Centro Cultural, que expone obras de vanguardia de artistas jóvenes airados, con instalaciones acromegálicas y juegos de absurdos, como los filmados en “Fresa y Chocolate” por Titón. Y la entrada al edificio, el ascensor que no asciende, oxidado, con sus rejas en X, clausurado con cadenas y candados también oxidados, y la escalera estrecha, oscura, estrecha, que hace espiral sobre la jaula de hierro que nunca más subirá. Con sus ventanas como caries asomadas a respirar el mar o el cementerio, las ventanas ajenas y los techos, la intimidad desgarrada al escarnio de las miradas empecinadas, las hendijas para los vouyers, el pulmón de los asmáticos. Zona gris, por momentos plateada, oxidada en ocres, sombra de descanso o agobio, puente entre el reposo y la asfixia.

……………..

El número…81. la puerta, vieja, oscura, un ascensor herrumbroso, cafetera de Acosta Leon, clausurado con  cadena y candado. Y una escalera llena de sombras y aullidos.

………………….

17 y 6 ya no es el parque donde con mis hermanos dábamos la vuelta en los caballitos o en la cesta del burro a su bella e inútil glorieta,  ni donde los jueves se improvisaba la feria-mercadito que olía a apio, pescado fresco, frituras de maíz y frutas cubanas, ahora  es el Parque de la escultura que hizo Villa a  John Lennon, y reivindicó la dogmática prohibición de Los Beattles en los 60, Hay un parque Lenin, pero ahora también hay un Parque Lennon.  El parquecillo de Línea y L con la enigmática columna  de mármol negro a los chinos que lucharon en la guerra por nuestra independencia,  donde la cocinera de mi abuela se daba citas con su novio escondido cuando se oía en las noches el cañonazo de las 9 y empezaba La Novela del Aire. El parquecito  de Línea entre K y L frente al Colegio Arturo Montori. El Parque de La Parroquia del Vedado en Línea y D, El parque Villalón, junto al teatro Auditórium, hoy bien llamado Amadeo Roldán, frente a las columnas, con la escultura y la fuente de Neptuno que se llevaron a la Bahía, descrito por Carpentier en El Acoso, filmado por mí en Tiempo de Amar. El parque 23 y 32, cargado de sombras y lamentos, donde estuvo el Bureau de Investigaciones de Batista, imagen que no se borra aunque intenta ser para niños. El pintoresco  parque Vienés en el cuchillo de  Línea y G, con la curiosa casita de madera como de jardinería, y estridente –aunque vienesa – estatua dorada de Johann Strauss, El Parque del Quijote de hierro retorcido en 23 y J, En fin, el Vedado diseñado para parques.

………………..

Lugares impresionantes, la otra furnia donde sobrevive el Edificio Arcos F y 21 – F y 19, donde filmé escenas de “Aquella larga Noche”, donde Clarivel despertó de su desvelo.

Los enigmáticos pasajes de Crecheríe y Montero Sánchez, con su Tren de Lavado de chinos y el Banco Continental para darle buena vista.

El imperdonablemente destruído Hotel Trocha, joya de poesía arquitectónica en mi memoria, en Calzada y 2. O el trágico destrozo de la bellísima Casona de los Loynaz del Castillo, que inicia el Jardín de Dulce María y carga tanta historia de Lorca y otras glorias. Destrozo del que aun hay huellas irreconocibles en Línea y 16 hasta Calzada, cuyo traspatio inmenso llegó a convertirse en el  refugio de gatos. O su parienta ahora en reconstrucción, después de muerta, la última casona de la poeta en 19 y E.

Por la calle E, también llamada Calle Baños, por ser la avenida que desembocaba en el malecón en los antes llamados Baños La Playita, cercanos a El Encanto y Carneado, pocetas curiosas aprovechando los arrecifes, para las familias del Vedado.

En la calle Baños entre 17 y 19, construyeron un Cine muy familiar para las familias de los alrededores, el Cine Gris, que en los años 50 dio lugar a una piquera de automóviles, de las primeras piqueras que atendía servicios por teléfono. Pero estos taxis tuvieron también el privilegio de estrenar un sistema de espionaje  del servicio secreto del régimen mediante el apoyo de los taxistas, guardias comuflageados, durante la tiranía de Batista, para controlar las conversaciones de los ciudadanos que conspiraban en la clandestinidad. Piquera Gris y Cine Gris se disolvieron.`

………………..

Si retrocedemos hasta 17, tropezamos con El Palacio de la Condesa de Revilla Camargo, en 17 y E, actual Museo de Artes Decorativas, donde se han filmado escenas de varias películas, ostenta esculturas, columnas, angelotes, tesoros de arte decorativo  y según recuerdo es semejante al del Marqués de Pinar del Rio, demolido hace unos 20 años, en 19 entre A y B, Vedado. Palacio famoso por sus fiestas de disfraces sobre las que se tejieron mitos, leyendas, historias escandalosas y orgiásticas, basadas en la vida homosexual del Marqués, que al fin era un Marqués. Palacio convertido hoy en Mercado Agropecuario en 17 y 19, entre A y B. Semillas dan frutos.

En N y 25, sobre un terreno rocoso, la mansión impresionante, de la familia Cortina cercada de frondosos árboles de inmensas raíces, me recuerdan el baobab. Sus escaleras, columnas señoriales y salones interiores han inspirado al presente para mantener allí el  Actual Palacio de los Matrimonios del Vedado. Allí filmó también Manuel Octavio Gómez su primera película La Salación.

La casa de Julio Lobo, en la manzana de 2, 4, 11 y 13, donde actualmente se encuentra el Ministerio de Cultura, otro Palacio pero de sobriedad y elegancia, con ciertos toques de Art Deco….

Me deslumbran: la vieja casa de González Curquejo en Línea y B, como traída del Cerro. La casa de los López García, luego de Mercy Alfonso, en Línea entre D y E, con sus hermosas rejas como encajes, donde Solas filmó “Amada”, y yo escenas de Aire Frío de Piñera.

En frente, la Casona de Cosme Blanco Herrera, donde Tomás Piard filmó Bocetos, y radica Teatro Estudio, y ahora construyeron al fondo un pequeño teatro in memorian al grande actor Adolfo Llauradó.

Además del Saint George´s School con su cúpula Art Deco, en Línea y 6,  hay otro edificio pionero del Art Deco en el Vedado, el Edificio López Serrano, construido en 1932  por Mira y Rosich, en L y 13, que se alza majestuoso todavía, en cuya torre vive el maestro de la Danza Moderna en Cuba, Ramiro Guerra, edificio donde vivió el ideólogo de la Ortodoxia cubana  Eddy Chibás. Comparable con el Edifcio Bacardí de La Habana y el antiguo Teatro América de la avenida de Italia, ejemplos máximos del Art Deco en Cuba.

Al final del Vedado, después de la fortaleza de La Puntilla, la residencia de Carlos Miguel de Céspedes, con su jardín  experimental japonés, bordeando la salida del río Almendares, ahora convertido en el restaurante “1830”. Su cúpula mudéjar techada en algún metal precioso que no todo lo que brilla es oro, brilla en los atardeceres,  visible desde todo el Rio Almendares.

La casa de Alfonso Gómez Mena, en Calzada y avenida de los Presidentes, Palacio de estilo francés, desde 1950 se convirtió en Ministerio de Relaciones Exteriores, con una adición de edificio moderno al fondo, donde padecí los “rigores” de una diplomacia que fui incapaz de soportar.

La casa de Juan de Pedro y Baró y Catalina de Lasa, en Paseo entre 17 y 19. Levantada entre dos palmas, con sus leones a la entrada, es como un Palacio Florentino,  mezclada con art decó en cuya fachada rosada, dentro de un escudo de heráldica están las iniciales PB, con las cuales siempre en juego me las apropiaba (Pineda Barnet).

La casa de Pedro Gonzáles de Mendoza, en 15 esquina a Paseo, con su piscina bajo techo en el salón de baile, sus hermosos vitrales y esculturas, actualmente, residencia de la Embajada Británica, donde disfrutamos tantas veces las cálidas recepciones de sus  mejores embajadores.

Casa de H y 17, actual UNEAC,  de la familia Gelats

El palacio veneciano de los Falla  Bonet, convertido en ciudadela, en calle A entre 21 y 23, donde Berta Bonet me regalara un anillo que se ha quebrado en mi dedo anular y un pañuelo de seda que conserva su perfume desde mis trece años.

La hermosa residencia de Isabel Falla Bonet en 17 entre H e I, donde hoy se instala el ICAP, y que fuera vistosa locación de mi “ Bella del Alhambra”.

Los edificios giran alrededor  en una danza macabra, El Focsa, que fue el coñóoo de los provincianos recién llegados a La Habana. Como un enorme panal, con su mirador inicialmente exclusivo para ejecutivos asociados, el Club de los XX, con llave y password, en los 50, pasa a ser un bar de acceso libre. En los bajos El Emperador se mantiene como si fuera casi exquisito, mientras se deterioran los pasadizos, tiendecillas y oficinas de cambios de Moneda como guaridas de juego ilícito.

26 y 23, el de la audaz arquitectura de fines de los 50, con su Pen House de José Rodríguez Feo, donde vivió Cabrera Infante y se editó Ciclón. El Retiro Médico en La Rampa, elogiado por los masters de la arquitectura mundial, convertido en triste paravant descolorido. El antiguo Edificio de. 25 y Paseo, ya de los años 30, en cambio mantiene su presencia, aun cuando el crimen del odio hizo allí  su nido alguna vez. Alaska, en 23 y M, ha sido arrasado por el odio del tiempo. Mientras Naroca en Línea y Paseo permanece con su exclusividad donde el elevador es religioso y funciona si Dios quiere. Línea y 14 es un edificio horizontal, en cabañas, recuerda las construcciones antiguas de la Costa de Oro de España,  como un proyecto que no se continuó. Edificio Govea, envejecido desde su nacimiento en los 40, destinado a ser ciudadela, con ese tipo de construcción fascistoide de su tiempo. El antiguo Sarrá. En 23 y 12, en ese estilo que el millonario de la farmacología construyó en La Habana y cada reparto, como el Carreño de Marina y Humboldt.

Edificios para Becados, en  25 y G, con dramáticas historias de suicidios estudiantiles. Así Línea y H, 12 y Calzada

La Parroquia del Vedado en que me bautizaron, San Juan de Letrán donde mis padres se casaron, El Carmelo de los Carmelitas Descalzos de Línea entre 16 y 18 donde estaba Padre Patricio mi santo confesor y donde fui calumniado y excomulgado de mí mismo, el Derrumbe  de los Dominicos en 16 entre 13 y 15, donde hice mi comunión con Reginaldo y le serví de monaguillo y de apóstol en las procesiones para que me lavara los pies.  Las Siervas de Maria, el Convento y colegio de Las Teresianas, las dominicas americanas,  Las de Clausura de 13 entre 20 y 22. El colegio La Salle donde no hubiera querido estar, Las procesiones del Santo Entierro donde siempre fui actor de Dios.

Iglesia anglicana: 25 y K,  Judía en 17 y E (Sede de la orquesta Sinfónica), Sinagoga en Línea entre J e I, Sede del Teatro Bertold Bretch, y la que se sostuvo hasta el 59 donde funcionó luego la Casa de las Américas,  sobreviviente.

Colegios: Baldor, La Luz que disfruté, Trelles, Sedano, Rico en 23 y 2  y otras pequeñas escuelitas privadas de buena recordación.

Secundarias: El Pre del Vedado donde estuvo el Instituto de 2da Enseñanza, los colegios con secundaria, convento de las Catalinas de 23 y A. “Shools” Pitman, Havana Bussines, escuelas de secretarias, precursores de mediocridades.

HOTELES: Hotel Nacional: construido en 1929, donde estaba la vieja Batería de Santa Clara. En 1933 escenario de las confrontaciones sangrientas de las Fuerzas armadas. …

El Hotel Vedado, Saint John (de una cadena de Johnys de un famoso traficante), Hotel Victoria, Capri (con su Casino y Salón Rojo, producto de otras mafias) , Riviera (con sus originales murales y esculturas de Rolando Lopez Dirube, y los cuadros de Cundo Bermúdez en el Casino), Hilton., hoy Libre., Presidente, Meliá Cohíba, recién nacido, de corta pero ya con historia., Hotelitos y ahora la moda del Bed and Breakfast y Los Paladares ideados de la telenovela brasilera VALE TODO.

Hotel Palace, que fuera elegante en los 30, extraña construcción indescifrable, hoy convertido en rara vivienda colectiva. Donde viví en los días en que nos divorciamos de mi padre y filmé escenas de “Mella” en el 75.

Restaurantes: El Jardín, 23 y 12, Vienes, Gato Tuerto, La Roca, Carmelos de arriba y de abajo, Mandarin, Yan Tse, Polinesio, Pekín, Pizzerías, La Romanita, Dña. Rosina, L y 21, la Rampa, La Gruta, Matisse, El Coctail, El Escondite de Hernando,  Monseñor, Los Violines, Imágenes, Eloy, Zorra y el Cuervo, Club 23, Club 21,  Jazz Sesion, Montmatre, Moscú, Wakamba, Flamingo, Amanecer,  Jhonys 88, La Terraza, The Yank, Intermezzo, Turf, Los Nopales (Cine Revista), 23 y G, 1830 … y  el infinito sin estrellas

CASINOS: Salas de juego: Habana Hilton, Havana Riviera, Capri, Casino Parisién, Montmatre,

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Una Buhardilla para soñar: casa suiza en H entre 15 y 17

Margarita la Cotera: una vieja, como estandarte viviente, altoparlante humano. Gorda, pintarrajeada, presagio de especie de actriz sureña retirada, dedicada al chisme  con vocación de chivata,  exhibiendo en su portal y jardín de 23 y J, al lado de Los 7 Mares, sus pancartas, pasquines, letreros lumínicos y cuanta parafernalia publicista del peor gusto pueda haber, con letreros de “Batista es el hombre”, “El bombillo que más alumbra”, exactamente en frente de donde hoy se erige el monumento en hierro torcido de El Quijote.

Paradero de tranvías y enfermeras en Línea y 18. Esquina de calor –y color-. Puestos de fritas, tortillas, rositas de maíz. Y citas de amor.

Paradero de las rutas 26 y 27, las únicas con mujeres conductoras, en 23 y 18 y luego en 26 frente al zoológico del Vedado. O cuando el Vedado era otro Zoológico.

Salas de cine: Gris, Vives, Olympic para las familias de barrios, Trianon y Riviera para los pepillos, Auditórium para los culturosos, Rodi (Mella) para la nueva clase, Astor (23 y 12) para los pepillos de arriba, Atlantic (Chaplin) para los cinéfilos, con  La Rampa, Renacimiento (Ambar) para sin subtitulaje, las manejadoras y las ancianas , Warner, Radiocentro, Yara, para pensar que el Vedado es un barrio desarrollado que a veces ha tenido funciones hasta las 12 de la noche.

Teatros: Auditórium, Rodi, Odontológico, Arlequín, el Guignol de los Camejo, Hubert de Blanck, Rita, Valdés Rodríguez, Teda, Tespis, Patronato, ADAD, los jardines de las familias nice,   Las Mascaras, el Sótano,  La Casona, Teatro Estudio, Conjunto Folklórico, Universidad Plaza Cadenas, Talía, Bertold. Bretch, Habana Libre, testimonios de una lucha encarnizada, persistente, valiente, mil veces aplastada y vuelta a levantar, donde la cultura teatral se ha esforzado a sangre, fuego, desamparo, persecución, dogmatismo, parametraciones  y a veces atropello. En el Auditórium los conciertos de la Orquesta Filarmónica Nacional, con programas excepcionales, los directores más prestigiosos y los  solistas y virtuosos más importantes del mundo, que nadie hoy puede imaginar. Funciones los domingos en las mañanas, después de la misa en la Parroquia del Vedado, con merienda y encuentros inevitables en El Carmelo. Pero habrá otra gala el lunes en la noche, para el lucimiento de los modelos de Manet del Salón Francés de El Encanto, las capas de pieles guardadas en los refrigeradores de Madame Rosell durante el verano, y las joyas de

Las familias. Al segundo balcony las Juventudes Musicales y la crema de la intelectualidad.

Librerías: L y 27, Habana Libre, Biblioteca del Lyceum Lawn Tennis, Biblioteca Casa de las Américas, Biblioteca de la Universidad. Estudios Martianos, Calzada y E. Salas escasamente visitadas, clientes fijos y algunos que quedaron petrificados allí para siempre, de modo de poder demostrar que una vez existieron lectores..

Conciertos y música de cámara en Hubert de Blanck con la memorable presentación de   Rita Montaner en  La Médium de Gian Carlo Menotti, que luego secundó triunfalmente Alba Marina.

El Lyceum con sus conciertos de música de cámara, sus salas de exposiciones, sus salones de conferencias, tan criticado, tan ofendido pero nunca sustituido, convertido en humilde e ineficiente Casa de la Cultura , DEL VEDADO.

Ballet y opera, en el Auditórium, continuados hoy en el Amadeo Roldán, gracias a ProArte musical, Patronato del Teatro, Adad, Ballet Alicia Alonso, Ballet Nacional de Cuba, Juventudes Musicales, Sociedad Nuestro Tiempo…

Galerías. Lyceum, Edificio Mella (Retiro Odontológico) , Galería Juan David en el cine Yara, Galería Habana en Línea entre D y E, Galería  23 y 10 del ICAIC, Galería 23 y 12, y Casa de las Américas

Museos: Casa Américas, de la Danza en Línea y G, Artes Decorativas en 17 entre D y E,  Galería Haydee Santamaría en Paseo,

Esculturas de Rolando López  DIRUBE, exterior del  Edificio  Asclepios, en Paseo y 17, original mural de hormigón que se extiende delante de la fachada remedando la escuela plástica de Wilfredo Lam, contemporáneo de Dirube. Dirube, también pintor y escultor de los murales interiores del vestíbulo y el casino del Habana Riviera, y de la escalera sin final del mismo hotel. Esculturas de Rita Longa frente al Zoológico del Vedado.

Escuela de Ballet en L y 19, y en Calzada entre D y E  BNC, Conservatorio de música en F y 27

Universidad de la Habana, 1905. Se trasladó del Monasterio de Santo Domingo, en la Habana Vieja, al tope de la colina,  hoy llamada Colina Universitaria.

La viejita de las palomas de la Universidad, llegaba descalza todas las tardes a echarle  granos a las palomas. Las palomas eran parte esencial de la Escalinata de la Universidad, como lo son en las viejas plazas de Europa. Hace años la escalinata no tiene palomas, como tenía nieve en mis pesadillas.

Plazas, escalinatas, columnas, patios. Tienen tantas historias, que es otro Vedado.

Como apéndice de la Universidad, la residencia para señoritas estudiantes, en L y 19, que dada la belleza de sus habitantes recibió el nombre popular de “La Bombonera”

El malecón, que todo lo circunda, es el muro que supone una separación del mar, tantas veces robado. El mar que intenta cuando se acuerda, recobrar lo perdido. El malecón que se extiende a comunicarnos con La Habana, el que tiene dos vidas y dos caras. Cuando los transeúntes se sientan frente al mar, o cuando se sientan mirando a la ciudad. Extrañas posiciones que  enmascaran estados de ánimo, actitudes, objetivos. Pudiera hacer lecturas múltiples de cada posición, las conductas de las parejas, los que se exhiben desde los arrecifes, pescadores reales, carteristas, piropeadotes, cazadoras, cazadores, infortunios, latrocinios, confesiones, engaños, trampas, juramentos, recuerdos “j´ëndrai”, suicidas, tirar flores, tirar kilos, tirar despojos, limpiezas, planes, ilusiones, fantasías, tirar sueños. Y tirar el calor y recibir el viento, la brisa… y más allá la brisa…

Enrique Pineda Barnet

Octubre 30 del 2003

Texto tomado de Puentear, blog del autor.

 

Cuba en la bienal de arquitectura de Venecia

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Hoy en Granma (vía Penúltimos Días):

La XIII Bienal de Arquitectura de Venecia, que a partir de esta semana concentra nuevamente las miradas especializadas del mundo hacia esa vertiente creativa, tiene una significativa presencia cubana gracias a la selección de un proyecto del Estudio Choy–León.

Liderados por los arquitectos Julia León Lacher y José Antonio Choy López, profesionales reconocidos por su altísima calificación, e integrado por sus hijas Adriana y Olivia Choy León y Antonio Villar Borlado, el equipo diseñó un proyecto de hotel para la esquina de Prado y Malecón, que por sus valores estéticos y funcionales fue incluida en la plataforma Backstage Arquitecture 2012, catálogo que recoge los 57 proyectos más relevantes del año a escala mundial para ser presentados en el foro veneciano, hecho que tuvo lugar este lunes en el Palacio Widmann en la ciudad de los canales.

Al comentar la obra en ese repertorio de excelencias, el profesor Eduardo Luis Rodríguez escribió: “El proyecto del hotel Prado y Malecón se localiza en el que es hoy probablemente el lote urbano más valioso de La Habana. Tal emplazamiento, en una zona de altos valores históricos y ambientales, colindante con la bahía y rodeado de edificios emblemáticos de la ciudad, le ha permitido a los arquitectos crear un contrapunteo que realza la fisonomía del entorno circundante y promete convertirse en un nuevo y necesario hito urbano y en símbolo de lo más avanzado de la arquitectura cubana”.

En su trayectoria, Julia León Lacher (La Habana, 1948) ganó el Primer Premio en el Concurso de Proyectos de Viviendas Campesinas (1981) e idéntico galardón en el Concurso de selección de Sistemas de Viviendas Urbanas con Medios Propios (1985).

José Antonio Choy (Santiago de Cuba, 1949) es autor de importantes creaciones, entre las que sobresalen el Hotel Santiago, y la reconversión de la sede del Banco Financiero Internacional en la Quinta Avenida de Miramar. Integró, además, el equipo que planeó la imponente Plaza de la Revolución Antonio Maceo, en Santiago de Cuba.

Este año la Bienal de Arquitectura de Venecia está marcada por el reto que le ha impuesto su comisario general, el británico David Chipperfield, creador de la sede de la Toyota en Kyoto, quien más que a los talentos singulares, pretende enfatizar las aspiraciones comunes con que las diversas civilizaciones a lo largo de la historia y en nuestros día se plantean un uso racional y bello de los espacios habitables.

La Bienal de Arquitectura alterna con la realización de la de Artes Plásticas, mucho más añeja, y coincide con la Mostra, famosa cita del cine.

El post de Penúltimos Días enlaza con una entrada anterior de esta publicación, fechada en 2007, en donde Ernesto Hernández Busto discurre sobre el arquitecto Rafael Fornés, un proyecto de rascacielos para el Malecón habanero, y la presencia arquitectónica norteamericana en la Habana republicana: Bocetos para un rascacielos futuro:

Fornés formó parte de una generación de arquitectos (Emilio Castro, Juan Luis Morales, José Antonio Choy, Rosendo Mesías, Eduardo Luis Rodríguez, Teresa Ayuso, Lourdes León, Emma Álvarez-Tabío, eltristemente fallecido Francisco Bedoya…) que durante la década de los ochenta trataron de replantearse el sentido de la arquitectura cubana, enclaustrada entre cajones de hormigón armado y diatribas admonitorias contra el postmodernismo. Pero también tuvo la suerte de emigrar a tiempo, y trabajar, ya en Estados Unidos, cerca de los “viejos”: Frank Martínez, Nicolás Quintana (a quien le hizo una entrevista inolvidable en la revista Encuentro) y Manuel Gutiérrez. A algunos de ellos los convenció para empezar a planear el futuro arquitectónico de La Habana desde el grupo Cuban Cultural Heritage, que hoy celebra pacíficas reuniones nostálgicas.

………………..

Para cualquier arquitecto moderno sería ridículo (e imposible) ignorar la “conexión cubana” con EE UU. Desde ese punto de vista, los cubanos “de Cuba” somos también un poco “cubanoamericanos”. Un estudio medianamente serio no puede obviar el nivel de la presencia arquitectónica norteamericana en La Habana, que no tiene nada de incidental. Ejemplos sobran: los que hicieron la sede de la ONU en Nueva York construyeron también la Embajada norteamericana en La Habana (cuya ampliación está prevista en otro de los proyectos del curso de Fornés). Polevitsky hizo el Riviera. Todo el skyline habanero es esencialmente americano. Y en otros lugares de la ciudad aparecen también huellas definitivas de esa influencia. El Sevilla Biltmore, por ejemplo, con sus arcos florentinos, su rustication beaux-arts, construido por los mismos que hicieron la Freedom Tower, y cuyos ecos llegan alegremente hasta este Ritz maleconero.

Fotorreportaje en Cubadebate: Encajes de metal

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Imagen tomada de Cubadebate

En el fotorreportaje de Cubadebate: Encajes de metal, impresiona el contraste entre el oficio antiguo y la chapucería contemporánea, entre la longevidad del hierro y la fragilidad del cemento, entre la belleza construida y la ruina que se vive día a día.


un poco de lo que dejó el festival de la juventud y los estudiantes del 78

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Souvenir de mesa.

Mucho habría que hablar sobre los proyectos urbanísticos, de diseño, culturales, alguna vez impulsados por el actual gobierno cubano y esgrimidos en estandartes de su bienhacer, luego dejados en manos del azar y la desidia, una y otra vez. Hace poco se hablaba del nuevo zoológico inaugurado en los 80s en las afueras de la Habana, y de su estado de abandono en la actualidad. Pienso también en la aldea taína Guamá, en la Ciénaga de Zapata, lugar que cuando visité de niña me pareció mágico, o en la Fuente de la Juventud, inaugurada el 29 de julio de 1978 en ocasión del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes celebrado en la Habana y del cual adquirió el nombre (ver cronología de eventos del festival aquí, en pdf).

Proyectada por los arquitectos Rómulo Fernández, Miriam Abreu, Jesús Sánchez, José Cuedias y Antonio Pérez González, Ñiko, la fuente, mientras funcionó, con cinco secciones de diferentes colores que identificaban los cinco continentes, en consonancia con el logotipo del evento, constituía un conjunto arquitectónico hermoso, bien logrado, y un agradable destino para el paseante, sobre todo si se visitaba de noche, cuando las luces de colores de la fuente se mezclaban con las de las farolas de los bancos de arquitectura moderna de los alrededores, que reposaban sobre un piso de granito que, de vez en cuando, mostraba ilustraciones que recuerdan las estampas de algunos frisos clásicos.

Hace muchos años que la fuente está seca, sus alrededores áridos, y sus colores rotos. El sol castiga el monumento y los jóvenes que alguna vez celebraron el antimperialismo en sus premisas han sembrado grotescas columnas de acero entre los rostros de perfil griego que se solazaban en la contemplación mutua, como si no creyeran ya (o nunca hubieran creído) en las ramas de olivo y en la celebración de la amistad.

Fuente de la Juventud. Paseo y Malecón, Vedado. Foto 2012.

Fuente de la Juventud. Detalle del piso. Foto 2012.

Blusa estampada con el logotipo de Cuba'78. Cortesía de Axana Álvarez

Broche.

la acera de La Rampa

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Obra de Amelia Peláez. Imagen tomada de El imparcial Digital.

Pueden ver, en El imparcial digital, una reseña sobre el proyecto de los mosaicos artísticos que adornan las aceras de La Rampa del Vedado, de la que dejo un fragmento. Allí también aparecen identificados los autores de los mosaicos, junto a excelentes fotografías de las obras: Arq. Cheo Malanga: Los mosaicos de La Rampa:

…Los mosaicos artísticos de La Rampa fueron realizados en granito integral por la empresa cubana “ORNACEN”, con la intervención de los arquitectos Fernando Salinas y Eduardo Rodríguez. Son 15 diseños originales de algunos de los artistas plásticos más significativos de la época que se van repitiendo desde la Calle J hasta la Calle Infanta, alcanzando la cifra de 180 mosaicos….

En este mismo sitio, otro post da cuenta de un nuevo proyecto para extender los mosaicos de La Rampa, en el que participaron artistas contemporáneos, Arq. Cheo Malang: Mosaicos de La Rampa II, el cual comienza así:

En octubre de 1963 se celebró en La Habana el VII Congreso de la Unión Internacional de Arquitectos (UIA), ocasión para la que se construyó el Pabellón Cuba, se transformó la funeraria Caballero en Casa de Cultura, se hizo las dos paradas del Coppelia, la fuente de la cascada de 23 y Malecón y se remodelaron las aceras de La Rampa con la inclusión de mosaicos de importantes artistas cubanos…

Por último, allí también pueden ver imágenes de los mosaicos tomadas en el 2009, donde se muestra su estado de conservación por entonces: Arq. Cheo Malanga: Mosaicos de La Rampa III.

Obra de Wifredo Lam en la acera de La Rampa. Imagen tomada de El imparcial digital.

Diario de Cuba: Ruinas al por mayor

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Antigua casa unifamiliar del Vedado. C entre 21 y 23. Foto 2012.

Diario de Cuba: Ruinas al por mayor:

La ciudad de La Habana, “la capital de todos los cubanos”, según la propaganda del Canal Habana, se viene abajo a ritmo acelerado. De acuerdo con las estadísticas de los últimos años, cada día colapsan 3,1 viviendas, sin posibilidades de recuperación.

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Muchas edificaciones que a pesar de todo aún resisten, algunas convertidas en enormes ciudadelas, representan para sus inquilinos un constante peligro y un motivo de incertidumbre, pues día a día observan cómo aumenta el deterioro —grietas en las paredes, desconchados en los techos, caída de aleros, filtraciones, salideros, tupiciones— sin que tengan posibilidades reales de asumir la reparación y salvación del inmueble, por su complejidad, costos y necesidad de equipos especializados.

…………………

La Habana, antes limpia y ordenada, se ha convertido en una urbe sucia, pestilente, con basura y desechos por doquier, aguas albañales corriendo por sus calles y avenidas y sin disciplina social, donde cada quien hace lo que le viene en gana ante la mirada cómplice de las autoridades y la indiferencia de la mayoría de los ciudadanos.

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Cubaencuentro: La ciudad elegante y maloliente

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Habana Vieja. Foto 2012.

Cubaencuentro: La ciudad elegante y maloliente:

Cuando pienso en la Habana decimonónica, no puedo desprenderme de las lindas viñetas con que Antonio María de la Torre acompañó uno de los mejores mapas de la ciudad colonial: anchas y limpias explanadas escoltadas por soberbios edificios encalados que brillaban más que el sol, y por todos lados petimetres y doncellas, blancos y esbeltos como solo lo podía imaginar la sacarocracia capitalina. Es, de alguna manera, la imagen de la ciudad que ahora nos ofrece Eusebio Leal, la ciudad cortesana, limpia, segura y divertida. La urbe histórica banalizada llamada a servir de prototipo lúdico —junto al Viejo San Juan, Cartagena, Santo Domingo y San Agustín— de las ciudades portuarias del Caribe.

Lo curioso es que La Habana del siglo XIX era algo muy diferente a las viñetas de de la Torre. Era, según Poinsett en 1822, una de las ciudades más sucias y con mayor hedor de la cristiandad. Aunque hubo juicios disidentes —en esto de la higiene, como en todo, siempre los gustos varían— la mayoría de los cronistas de la época coinciden en que la ciudad era un amasijo de lodo, muchedumbres y fuertes olores.

…………….

Y es que realmente La Habana intramuros era desde el siglo XVIII una ciudad compacta y muy poco diferenciada. Junto a las mansiones más elegantes, existían antros de todo tipo. Con frecuencia los monjes de Santa Clara se quejaban de los escándalos de los prostíbulos que circundaban el convento. Samuel Hazard, uno de los visitantes más agudos que tuvo la ciudad a mediados del XIX resultó impresionado por esta mescolanza en que “parece no hay en ella un lugar especialmente dedicado a las residencias de la “buena sociedad”. O lo que era aún más llamativo: las propias mansiones de la oligarquía tenían sus pisos inferiores dedicados a almacenar mercancías, guardar caballos y alojar esclavos, y las familias aristocráticas solo ocupaban las partes superiores, donde era posible encontrar todo el lujo consumista de la época. No fue hasta avanzado el siglo XIX cuando se construyeron almacenes en los puertos y el aledaño pueblo de Regla.

……………………

Ello no significa que la ciudad no fuese atendida desde el punto de vista urbanístico. No creo que otra ciudad del Caribe pueda mostrar en este sentido mejor récord. Ya a fines del XVIII, al calor de las políticas desarrollistas borbónicas, la ciudad fue dotada de espacios lúdicos como la clásica Alameda de Paula —según Andueza, “un jardín para amores misteriosos”— y el embrión del posterior Paseo del Prado, fueron acondicionadas sus plazas tradicionales y se le agregaron otros espacios extramuros que alcanzaron dimensiones mayores con el gobierno de Miguel Tacón. De igual manera sus calles fueron sucesivamente empedradas y pavimentadas y hacia 1899, un mapa del cuerpo de ingenieros de los Estados Unidos reportaba que toda la zona de intramuros estaba pavimentada con bloques, buena parte de extramuros había sido pavimentado con macadán y se ensayaba el uso del asfalto negro. Hacia el último tercio del siglo XIX se construyó el primer acueducto moderno en sustitución de la ya deficitaria Zanja Real y al final del XVIII se estableció el primer sistema de alumbrado público que hacia 1860 fue sustituido por un sistema más moderno basado en el gas y en 1890 por energía eléctrica, todas ellas notables innovaciones en el continente. Desde 1837 la ciudad contaba con un ferrocarril, desde 1851 con telégrafo y desde 1881 con teléfono.

Pero era una carrera desleal, y ya entonces, La Habana no aguantaba más. De manera que en 1862, cuando un grupo de urbanistas de muy alto nivel se propusieron hacer un manual de regulaciones urbanísticas, encontraron:

“Una población esparcida, irregular y sin límites fijos; calles estrechas, tortuosas, desniveladas y de diversa latitud, sin empedrado y sin aceras, en su mayor parte; barrios enteros sin trazado, sin cloacas, sin sumideros, con caños brotando aguas infectas á las vías públicas y convirtiéndolas en pestilentes é insalubres pantanos; plazas sin regularidad, sin árboles, sin portales aquí, con portales allá, abiertos unos, cerrados otros al tránsito público; casas de madera, deformes y raquíticas, sucias y ruinosas, al lado de edificios nuevos y elevados, elegantes y hasta lujosos, dan, en efecto, al que por primera vez pisa este suelo una idea muy distinta de la que se ha formado de la culta y opulenta Habana”

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VerCuba: La Habana se (re)crea moderna para la nueva república

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Vista aérea del Monumento al Maine, donde confluyen las calles Línea, 17 y O. Vedado, Habana. Circa 1940.

Publicado en VerCuba, La Habana se (re)crea moderna para la nueva república, por Patricia Motola Pedroso:

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Así Victoria, voz narradora de la novela Las honradas (1917), hace partícipe al lector de los nuevos planes que realizaría con su esposo para vivir definitivamente en La Habana; capital que se reorganizaba y rediseñaba desde casi los primeros años del siglo XX. Son varias las novelas realizadas en este período que recogen el cambio de imagen de la ciudad y Miguel de Carrión (1875-1929), uno de los escritores cubanos de la primera generación republicana, no escapa a ello. A través del estudio de la psicología femenina, la otrora villa de San Cristóbal abre las puertas a una compleja caracterización epocal. Pero, ¿por qué este énfasis de los creadores en mostrar las transformaciones citadinas? ¿Qué imponía la nueva realidad de la recién estrenada república?

La llegada del siglo XX trajo un cambio en la estructura política y económica de del país como consecuencia del control que ejercería los Estados Unidos sobre él. En el plano social, poco a poco fueron llegando e imponiéndose nuevas maneras de hacer, técnicas, tecnologías, preferencias que apuntaban hacia un cambio en el estilo de vida y formas de comportamiento, y que darían una visualidad diferente a la de siglos anteriores. La isla se adentraba por primera vez en un proyecto de modernidad, en este caso promovido por el país norteño, el cual implicaba en buena medida una renovación de las antiguas estructuras. Desde los primeros años tiene lugar un movimiento arquitectónico y urbanístico en consonancia con los intereses de la nueva clase en el poder: la burguesía y sacarocracia cubanas. Es ella uno de los principales promotores de las transformaciones citadinas junto a la iniciativa privada y la estatal, en menor medida. Y, ¿cuáles fueron algunas de las características que trajo este proyecto de modernidad para La Habana en los primeros años del siglo XX, desde el punto de vista de su arquitectura y el urbanismo?

Se comenzó por realizar un plan de obras públicas que incluía la pavimentación, ampliación de repartos, instalación de alumbrado público y la recolección de basura. Posteriormente llegó el tranvía eléctrico y detrás, el automóvil, verdadero protagonista de las vidas habaneras de aquella época. De manera general, dicho período se caracteriza por la expansión urbanística hacia otros barrios habaneros, como es el caso de la Víbora, Acosta, Loma del Mazo, Luyanó, al centro y sur de la capital, en los que se asienta la pequeña burguesía. Ello se produce a partir de los intereses de los propietarios y especuladores del suelo, como ejemplifica el fragmento de la novela escogido. Igualmente se evidencia el desarrollo de las zonas ubicadas entre la futura Plaza Cívica (hoy Plaza de la Revolución), y el eje de Miramar-Country, en donde se localizarán las nuevas residencias de la gran burguesía. Es también a principios de siglo cuando tiene lugar la construcción del Malecón.

Las inversiones de capital y la actividad comercial fueron dos de las actividades más importantes y que cobraron auge en la época. Por esta razón, proliferaron las empresas, sociedades anónimas, los bancos, los establecimientos mercantiles y administrativos, como las construcciones del Banco de Canadá y el de la Western Union. Estas estaban influenciadas por los modelos de los primeros rascacielos norteamericanos de estilo racionalista, y fueron cambiando su imagen a partir del empleo de modernas vidrieras y soportes de hierro fundido, como es el caso de la Manzana de Gómez ubicada en una esquina del Parque Central.

Entre los años de 1900 a 1930 se construyeron edificios de diversa índole, que estaban en correspondencia con las nuevas características que iba adquiriendo el país. Por ejemplo, las diferencias de clases y nación entre los habitantes de la isla se evidencian en el auge de diversos clubes y sociedades regionales. Es este el caso de edificios como el Vedado Tennis Club, el Habana Yacht Club, el Centro Gallego, el Centro Asturiano. Del mismo modo, debido al auge del turismo, se construyeron diferentes hoteles como el Sevilla-Baltimore, el Presidente, el Palace, el Lincoln y el Hotel Nacional. Otras construcciones a destacar en este período, pero que fueron llevadas a cabo por el Estado, son: el Palacio Presidencial, el Capitolio Nacional, la Cámara de Representantes y el Aula Magna de la Universidad de La Habana.

El Vedado, por su parte, presenta en este momento un gran desarrollo, como hace notar la narradora de Las honradas, y hacia donde emigraron las clases pudientes cuando comenzaba la decadencia del barrio del Cerro. La evolución paulatina que se produce en la tipología de la vivienda tiene su máxima expresión en este nuevo barrio capitalino. Llegan a predominar el edificio en altura y la casa periférica aislada, a la que se adaptaron los materiales y técnicas más novedosas. Las residencias suburbanas adoptaron definitivamente el tipo de ‘chalet’ de dos plantas, la baja para la sala, el comedor, un recibidor o biblioteca, y los nuevos servicios domésticos; la alta para las habitaciones y baños, quedando generalmente eliminado el patio colonial español, lo que se dio en llamar la casa de hall. La vivienda perdió en amplitud, pero ganó en ligereza, esbeltez y refinamiento. Los interiores se hicieron más luminosos y en las casas de status elevado, se mantuvieron los espacios para las actividades sociales.

Puede decirse entonces que durante los primeros años de la república la imagen de la ciudad cambia. Estas transformaciones significaron el arribo de la modernidad cubana en el siglo XX, proyecto fomentado por los Estados Unidos y apoyado en Cuba por el gobierno, la burguesía nacional y la iniciativa privada. La arquitectura y el urbanismo se convirtieron en un referente visual importante para afirmar la llegada de otra época, y por lo tanto, tuvieron una carga simbólica representativa del nuevo orden imperante. Pero nuestra modernidad arquitectónica tuvo un sello propio e identitario, entre otras razones, porque colonia y república se mezclaron espacialmente, de manera tal que el pasado no fue borrado del todo. Ello se hace significativo si se tiene en cuenta el rechazo que a las ideas que recordaran los tiempos de España se da a principios del siglo XX. En efecto, el modelo de progreso a seguir lo señalaba ahora Estados Unidos, y junto a él, las influencias que llegaban de otros países europeos. La modernidad también implicó un cambio en los gustos, estilo de vida y pensamiento. En este sentido, la arquitectura y el urbanismo de la época contribuyeron a modificar también las maneras de comportamientos, trajeron consigo una renovación en el gusto estético y se reafirmaron como la simbología del poder de una clase.

heladería Coppelia

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Primer boceto del arquitecto Mario Girona para la heladería Coppelia. 1965.

 Una madrugada de enero de 1966 saliendo del hotel Habana Libre, antes Habana Hilton, Fidel Castro medio “prendido”, luego de presidir un congreso internacional, se quedó contemplando la esquina diagonal opuesta donde funcionaba un centro recreativo llamado Nocturnal . Allí había estado el hospital Reina Mercedes construido en 1886 y demolido en 1954 para dar paso a un rascacielos de 50 pisos que nunca se erigió. En un arrebato Fidel hizo llamar al arquitecto Mario Girona y lo obligó a diseñar “la heladería más grande del mundo”. “Pero Comandante balbuceó Girona- no existen referencias de heladerías tan inmensas como la que usted quiere”. La mirada gélida de Fidel fue la respuesta al arquitecto que en tiempo récord construyó la Heladería Coppelia, abierta al público el 4 de junio de 1966. El día de su inauguración se ofreció un menú de 26 sabores y 24 combinaciones, y se vendieron más de 3 mil tinitas de helado durante las doce horas que estuvo abierta, con colas de varias cuadras…

El fragmento anterior fue tomado de Apuntes de una periodista, por Angélica Mora. El texto que sigue fue escrito por Ciro Bianchi Ross y publicado en Univision.com Mi página, donde también puedne ver fotos de la heladería.

La heladería Coppelia cumplió, el pasado 4 de junio, 42 años de construida. Lo curioso es que este establecimiento monumental, enclavado en lo que sigue siendo el corazón de La Habana moderna, no se ha inaugurado nunca de manera oficial. Un día abrió sus áreas al público y la gente entró para saborear los 26 sabores de helados que ofertaba entonces y que, con el tiempo, llegaron a ser 54. Fue en esa época el centro de encuentro y reunión por excelencia, y en buena medida lo sigue siendo. Los jóvenes de entonces, antes de ir a cualquier lugar, iban primero a Coppelia, o terminaban la noche en sus predios. A la oferta de los helados se unía la de sueros y batidos, y los precios eran escandalosamente bajos, más si se comparan con la calidad del producto, sencillamente insuperable. Un helado Coppelia es un helado Coppelia, y punto.

El triunfo de la Revolución no solo propició a las grandes masas el acceso a la educación y la salud. Les abrió también las puertas del consumo y la recreación. Empezó a comer el que no comía, y clubes y centros de esparcimiento que fueron exclusivos de la burguesía se llenaron de trabajadores y estudiantes. El Instituto Nacional de la Industria Turística (INIT) impulsaba un plan de excursiones nacionales, con una campaña publicitaria sin precedentes que giraba en torno al lema «A viajar por mi Cuba que me lleva el INIT» y que podía pagarse hasta doce meses después de la fecha de su disfrute. Los congresos más trascendentes se celebraban entonces en el Hotel Habana Libre, y el Pabellón Cuba pasó a ser sede de grandes exposiciones, en tanto que en las aceras de La Rampa se empotraban losas de granito que reproducían obras de importantes pintores cubanos para convertirlas en una galería de arte sui géneris.

Era la época en que Miriam Acevedo cantaba poemas de Virgilio Piñera en El gato tuerto, y en La Roca, Martha Strada arrebataba con su estilo. Bola de Nieve complacía a sus admiradores en una sala pequeña, casi íntima del Museo Napoleónico y hacía que el público abarrotara el Auditórium Amadeo Roldán para escucharlo en sus recitales de medianoche, y el cantante José Tejedor tenía tres programas diarios en la radio cubana. Aquel año de 1966, cuando se inauguró Coppelia, fue también el de la primera feria del libro, que tuvo lugar en el Pabellón Cuba y sus alrededores. El año en que se reimplantó la venta liberada de los huevos, se inició, con carácter experimental, el plan de la Escuela al Campo y se creó el Centro Nacional de Permutas. Un año en que EE.UU. no pudo impedir la presencia de Cuba en los X Juegos Centroamericanos y del Caribe, que se celebraban en Puerto Rico. También un año de agresiones, sabotajes, infiltraciones enemigas, planes de atentado contra las más altas figuras de la dirección del país. Soldados norteamericanos, desde la base naval en Guantánamo, asesinaban a Luis Ramírez, combatiente del Batallón de la Frontera, y el Gobierno Revolucionario se veía obligado a decretar el estado de alerta ante una cínica declaración injerencista de Washington. Dos ciclones azotaron la Isla; el Alma, en junio, e Inés, en octubre. Se creó el Consejo Nacional de la Defensa Civil en aquel año que concluyó con una cena gigante en la Plaza de la Revolución en saludo a la victoria de enero.

Se extendía la cocina italiana en la preferencia del cubano; había croquetas que se pegaban al velo del paladar y les llamaban «mira cielo» o croquetas de ave… de averigua de qué estaban hechas. Aparecía tímidamente la guachipupa en sustitución del Son, el único refresco (de cola) que se expendía embotellado en la capital. Se comía espléndidamente en restaurantes como 1830 y Centro Vasco, y el espectacular sándwich cubano campeaba por sus respetos en El Carmelo de Calzada, en la Casa Potín y en La Alborada, del Hotel Nacional. Un sándwich y una cerveza por dos pesos de la época. Entonces en los restaurantes se ofertaba un solo plato fuerte por comensal y para repetir el sándwich y la cerveza en aquellas cafeterías se imponía hacer la cola de nuevo. ¡Y qué colas! Porque el ciudadano común de todas las procedencias y colores podía entrar a esos lugares y sentarse a una mesa, y tenía dinero para hacerlo.

El viejo hospital

Solo en una Habana así podía concebirse una heladería con mil capacidades como Coppelia. Hasta ese momento los establecimientos de ese tipo estaban dispersos por la ciudad, y muy célebre seguía siendo la heladería Ward, emplazada en la avenida de Santa Catalina, cerca de la Ciudad Deportiva, luego de haber estado situada en la calle 23. Las fábricas de helados vendían por lo general sus productos en la vía pública. Para ello, El Gallito se valía de coches tirados por caballos, alumbrados por una lámpara de carburo, en tanto que marcas como Hatuey, Guarina y San Bernardo, con un mejor posicionamiento del mercado, utilizaban camiones refrigerados, que se situaban en lugares céntricos, o carritos de mano, que el heladero empujaba mientras que, para anunciarse, hacía sonar su campanilla.

Yo no recuerdo qué hubo en la esquina de 23 y N antes de que allí se construyera, en 1963 y en solo 70 días, el Pabellón Cuba. Me inclino a pensar que se trataba de un terreno yermo que los arquitectos Juan Campos y Enrique Fuentes aprovecharon para emplazar esa edificación abierta a la brisa y a la perspectiva; un alarde de arquitectura aérea donde las suaves pendientes avanzan hacia la vegetación y el agua cristalina. Acogería entre otros eventos, la Primera Muestra de la Cultura Cubana, en 1967, y, en esa misma fecha, el importante Salón de Mayo, que trajo a Cuba desde París lo que en el mundo se hacía en el campo de las artes plásticas.

En la manzana comprendida entre las calles 23 y 21, L y K, donde se construyó la heladería Coppelia, estuvo el hospital Reina Mercedes. Se llamó así por la esposa del rey Alfonso XII, de España, bisabuelo del actual rey Juan Carlos. Mercedes murió poco después del matrimonio. Su muerte dio pie, en el Madrid de aquellos días, a un poemita que llega hasta hoy. «¿Dónde vas Alfonso XII? / ¿Dónde vas, triste de ti? / Voy en busca de Mercedes, / que ayer tarde la perdí». Pese al dolor de la pérdida, Alfonso volvió a casarse. El hospital pasó a ser entonces Nuestra Señora de las Mercedes, pero los habaneros terminaron llamándolo Mercedes a secas. Funcionó hasta 1954. Sus terrenos, que en 1886 costaron 7 000 pesos, se vendieron entonces en casi 300 000. Una compañía constructora se empeñó en edificar allí un hotel de 500 habitaciones. El triunfo de la Revolución tronchó el proyecto, y en el espacio del demolido hospital Mercedes se construyó un centro turístico con lagos y montañas artificiales, escenario flotante, bar, cafetería y restaurante para 500 comensales. Por razones que desconoce este escribidor, ese centro turístico no progresó y dio paso a un cabaret que llevó el nombre de Nocturnal. Llegó así el año de 1966. Se dice que de un congreso celebrado en el hotel Habana Libre surgió la iniciativa de convertir la zona recreativa en cuestión en un espacio más silencioso y familiar. Y fue así que alguien precisó la idea de la heladería. Cuando el arquitecto Mario Girona se enteró de que se le había confiado la ejecución del proyecto, se sintió anonadado. Se quería una cosa familiar, pero aquella heladería de mil capacidades, pensó, sería un establecimiento demasiado grande.

La rampa

Ya para entonces La Rampa era La Rampa. Llamada así por su acentuada inclinación, se edificó en un abrir y cerrar de ojos desde que en 1947 se inaugurara el teatro Warner (actual cine Yara) y al año siguiente el edificio Radio Centro. No tardó en construirse el edificio Ambar Motors (actual Ministerio del Comercio Exterior), destinado a oficinas y sede de los distribuidores en Cuba de los automóviles Cadillac, Oldsmobile y Chevrolet y donde se instalaron además los estudios del Canal 12 de TV, y una escuela de dealers para casinos de juego…

Fueron esos inmuebles, situados en los dos extremos de La Rampa y en aceras opuestas, los que impulsaron el desarrollo de la zona. A partir de ellos y en menos de diez años se construyeron allí tal cantidad de edificios para viviendas, comercios, oficinas, agencias de publicidad y lugares de esparcimiento que resulta imposible, por razones de espacio, detallarlos. Se dice que una de las formas de medir la actividad comercial de una zona es por el número de agencias bancarias establecidas en ella. No menos de ocho oficinas centrales y sucursales de bancos se asentaron en La Rampa, y otras tres, que no alcanzaron espacio, lo hicieron en calles aledañas. La Rampa fue también el milagro del comercio habanero. Porque la gente se había acostumbrado a salir de compras por calles sustancialmente planas y cuyos portales la protegían del sol y de la lluvia. Nada de eso había en La Rampa y aun así se impuso.

La obra

Pronto pasó la confusión del arquitecto Mario Girona ante la obra que se le confiaba. Comprendió que era cosa de los tiempos nuevos y había que asumirla. Influido posiblemente por su exitoso proyecto anterior, el centro turístico Guamá, en la Ciénaga de Zapata, le bastó una semana para concebir el croquis de la heladería.

Como la obra seguía pareciéndole demasiado grande, capaz de aplastar al cliente, procuró que quien degustara un helado allí encontrara cierta intimidad a escala humana. Para conseguirlo diseñó cinco áreas pequeñas, una cancha amplia, pero dividida en tres secciones y un piso alto también seccionado. Incluyó asimismo en sus planos una frondosa vegetación natural que, lejos de importunar al cliente, se integraba en alguna medida con las áreas exteriores.

Columnas de hormigón armado, fundidas en el lugar, se emplearon en el edificio central. Se utilizaron en su construcción vigas prefabricadas a pie de obra y un techo circular, cuyo domo de 40 metros de luz libre está rematado por un lucernario de cristales de colores. Las vigas vuelan sobre las terrazas y se apoyan en muros que ofician como contrafuertes. Es de doce metros el diámetro de cada piso de los salones superiores.

«La presión de la edificación fue muy grande», recordaba el arquitecto Mario Girona. Por el sistema prefabricado se buscó la repetición de elementos estructurales como vigas y elementos de cubierta. A lo largo de seis meses se trabajó las 24 horas de cada día… Finalmente se concluyó, en tiempo, la obra ciclópea. Y por esas cosas de la vida ni siquiera tuvo ceremonia de inauguración. Un buen día se abrió, justo en junio de 1966, se empezó a vender y la gente curiosa entró a saborear helados.

El almanaque

Los años han pasado. Los últimos años golpearon a Coppelia de manera sensible. No oferta ya la gama de sabores que tuvo en un tiempo, ni el helado Coppelia es siempre Coppelia. En estos días de verano, niños y adultos hacen con júbilo largas filas bajo un sol de justicia para acceder a alguna de sus áreas. Otros esperan a que llegue el invierno, aunque sea nuestro invierno fementido, para acudir a la entrañable heladería que tantos recuerdos desenreda a los que tuvimos la dicha de visitarla cuando acababa de estrenarse. Solo que ahora acudimos a la caída de la tarde, y no en la noche, como antes. Señal de que esos 42 años que cumplió ahora Coppelia también empiezan a pesar de alguna manera en nuestra alma. Es decir, en nuestro almanaque.

 

Planta superior de la heladería Coppelia. Imagen tomada del libro Inside Havana.

Aquí pueden encontrar fotos del hospital Reina Mercedes, y aquí del centro turístico que antecedió a la heladería Coppelia, publicadas por Fotos de Cuba.

Centro turístico ubicado donde se encuentra ahora la heladería Coppelia. Aproxiadamente entre 1959 y 1965. Imagen tomada de Fotos de Cuba.

Hospital Reina Mercedes. 1908. Imagen tomada de Fotos de Cuba.

ilegalidades urbanísticas en Sancti Spiritus

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Nuevo Vedado. Foto 2012.

Sancti Spiritus contabiliza, según Juventud Rebelde, 5,400 ilegalidades urbanísticas. De ellas, 2,612 corresponden al sector estatal y 165 se extienden o incluyen espacios de calles y aceras. El Instituto Nacional de la Vivienda anunció que no se permitirían dichas ilegalidades y que la solución para las mismas es la demolición.


La loca del blog: El antiguo Casino Español de Florida sufrirá una reparación capital

Salfumán: Zapatero a tus zapatos

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Luyanó, Habana. Foto 2012. Imagen tomada de Architecture of Necessity.

En Salfumán: Zapatero a tus zapatos:

Camino al aeropuerto, en una valla publicitaria se ve una foto del  Che Guevara incursionando como albañil. Luego el toque final: “Gracias Che por tu ejemplo”.  Parece que después de todo el gobierno ha decidido reconocer el verdadero legado de sus líderes.

En este caso el Che se muestra como pionero de un movimiento arquitectónico  que poco a poco se fue consolidando  hasta convertirse en el estilo principal de la arquitectura cubana.

Una de las bases de este estilo, es que cualquiera puede construir una casa y hasta un edificio. No hace falta seguir normas urbanísticas ni una planificación conceptual  de la ciudad. No hace falta siquiera un sentido estético elemental. Por otro lado los albañiles pueden ser barberos  y los arquitectos geógrafos.

En la arquitectura socialista los expertos están de más. Tampoco hay que ser muy exquisito con los materiales: la arena puede ser tierra y el cemento puede ser cualquier polvo gris. A fin de cuentas nadie sabe lo suficiente como para reconocer la diferencia.

Aquellos que creen que el Che solo nos legó un sistema financiero totalmente absurdo, cuando era presidente del banco,  están muy equivocados. El Che nos legó además un auténtico irrespeto al profesionalismo que cada día se hace más fuerte en el corazón del pueblo cubano.

Continuar leyendo aquí (+ fotos).

Andrew Moore: Fotografías – Cuba

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Detalle de “Campana”, por Andrew Moore. Imagen tomada del website del artista. Fechada entre 1998 y 2002.

Andrew Moore: Fotografías – Cuba.

(H/T Penúltimos Días)

Emilio Ichikawa: Entrevista a Mario Coyula, arquitecto

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Casa del Vedado. Foto 2012.

En el blog de Emilio Ichikawa:

MARIO COYULA COWLEY: “¿Urbanista? Aquel que atiende los problemas, formas y funciones de las ciudades. Es quien estudia la manera en que las personas usan —o deberían hacerlo— ese espacio donde se desarrolla la sociedad. En fin, todos los asuntos que giran alrededor de los asentamientos urbanos; un campo muy amplio… En Cuba casi siempre fueron los arquitectos quienes dedicaron su vida a estos estudios, aunque poco a poco la composición se ha mezclado y en la actualidad hay sociólogos, economistas y geógrafos, entre otros perfiles… A diferencia de otros países, el urbanismo aquí no es una disciplina. Hace unos años llegó a ser una especialización para formar profesionales, que se impartía en pregrado en los dos últimos años de la carrera de Arquitectura, pero en algún momento y de manera inconsulta, se eliminó. La idea entonces fue promover un arquitecto que valiera para todo. La realidad demostró que un recién graduado no puede aspirar a enfrentarse con el abanico de problemas que tiene la profesión… Comenzó a aplicarse una política inteligente de cursos de posgrado. Por esta vía se apuesta a la madurez del estudiante y a una mayor capacidad y perspectiva para entender y comprender los problemas… Hay dos tendencias principales en el urbanismo: el de planes directores que atiende lo macro, a 30 años vista, y que casi nunca termina como empezó, pues todo se modifica por el camino y al final no es el propuesto; y la otra es la de proyectos. Este parte de que la ciudad no se hace por planes, sino por partes. Son piezas que van ensamblándose, y cada sector se agrega a lo existente. Es más realista, pero hay que combinar ambos… Tres cuartas partes de la población de Cuba vive en ciudades. Un fenómeno propio de las naciones caribeñas, aunque La Habana nunca fue una ciudad típica de la región, no obstante los colorines y la música alta que ahora la habitan en cada esquina… Es en este espacio donde la sociedad se desarrolla, por lo que la ciudad se convierte en un organismo vivo en constante renovación. El punto radica en saber hasta dónde hacerlo… En ocasiones el pasado es barrido y ese trauma no es bueno. El reto está en hacer intervenciones contemporáneas, aliadas de la modernidad, que reflejen el espíritu local y universal, pero con respeto por lo existente, lo de atrás. Muchas veces desde la tradición se puede extrapolar y reinventar… Las criticadas barbacoas son un buen ejemplo. Bien hechas pueden llegar a convertirse en un dúplex. Igual sucede con las casetas en las azoteas, que terminan convirtiéndose, en el mejor de los casos, en penthouses… En esta renovación debería jugar un gran peso el papel del arquitecto de la comunidad, pero como sus funciones fueron permutadas por la burocracia, hoy vemos miles de errores brotar por doquier, ausentes de una guía que los lleve por el buen camino… La Habana Vieja es un claro ejemplo de cómo la ciudad se puede pagar a sí misma, gracias a la tradición y al patrimonio. De ser una carga, un lastre del Estado, el centro histórico ahora aporta mucho más a la economía de la nación que lo recibido en el pasado… Creo que hacia esa descentralización están enrumbados algunos pasos y es una oportunidad para rescatar otras zonas. Claro, los riesgos son muchos y merecen un estudio profundo y detallado… Tampoco puede perderse la perspectiva y creer que otros barrios, digamos el Juanelo, en San Miguel del Padrón, por mencionar uno, van a tener el atractivo económico del centro histórico de la ciudad… Hace años hubo un gran debate que tuvo como eje a las escuelas de arte de Cubanacán. Si en la segunda mitad de los años 60, cuando se paralizaron estos proyectos, estabas a favor de una arquitectura donde la belleza y la expresividad de las obras fueran importantes podías recibir la etiqueta de ser un tipo elitista, con los pies en las nubes, preocupado solo por el arte y desinteresado de la economía y la construcción, o sea, ajeno a toda realidad… Por el contrario, si estabas en contra de la belleza de las escuelas como manera de hacer arquitectura eras considerado por algunos un individuo estable, asegurado, preocupado por satisfacer las necesidades sociales y que no estaba en la bobería. Por supuesto, la segunda opción ganó… Todo ello conllevó a una pérdida paulatina de la estética. Comenzó a construirse feo y monótono, pero indiscutiblemente bien hecho. Lo terrible es que con el tiempo dejó de ser así. Entonces, ni bonito ni bueno. La conclusión que yo saco de esto es que la belleza no es prescindible ni postergable. Si no se cuida y preocupa uno por estos aspectos, al final termina despreocupándose de todo… Para colmo de males se promovieron tecnologías propias del antiguo campo socialista que poco tenían que ver con nuestras tradiciones y cultura. Técnicas autóctonas dejaron de ejecutarse y hoy podemos apreciar cómo el ladrillo es casi exótico en una construcción, cuando hace unos años se utilizaba en toda la isla. Ahora lo que nos sobran son paneles prefabricados, ¿cómo no se van a hacer cosas feas?… Hay un culto a la chapucería. Los pisos cubanos eran famosos por su calidad y ahora parecen alfombras estrujadas y porosas. Lo mismo pasa con las escaleras, donde es difícil encontrar dos pasos iguales, en fin, la chapucería ha primado… Creo que tanta improvisación es el motivo. La disposición es más importante que el resultado: fulano hizo mal el muro pero dio lo mejor de sí. Quizás la próxima vez le quede mejor. Y el muro pandeado para la eternidad… Hay una expresa voluntad política de acabar con el descontrol pero va a ser muy difícil. Hay barbaridades hechas, atentados contra el urbanismo y la planificación física que no pueden volverse atrás por el hecho de que hay gente viviendo adentro. Durante años hubo un enorme descontrol, el cual dejó como legado esta pérdida de fachadas, de jardines y de muchas cosas más. Hemos perdido la ciudad y ahora el tema es complejo… Hay un peligro en caso de una mejoría de la economía individual. Ahora mismo las personas no tienen un gusto concebido sobre estos temas. Hay una marginalidad urbana latente que nunca logró eliminarse por completo. Todos vemos las azoteas con gallos de pelea, las tapias que esconden los jardines, las chapas y rejas de los nuevos garajes, en fin… Una rara puntería para copiar lo peor de todos lados, se está volviendo endémica; lo mismo del extranjero que de las telenovelas. Recuerdo que cuando se transmitió Tierra Bravahubo una explosión increíble de la absurda moda de la tapia con tejitas. ¡Nunca hubo tapias en La Habana, mucho menos con tejas!… Así mismo llegaron los balaustres con las mujercitas fondilludas y la imitación de los leoncitos del Prado a pequeña escala en yeso, o los enanos en colores en los jardines… El gusto hay que formarlo. Cuando el personaje de éxito es el ‘maceta’, lo marginal pasa a ser dominante. Por eso es imprescindible una mejora económica acompañada de una valoración cultural entre la población y por la creación de buenos modelos replicables”. (ENTREVISTArealizada por Daniel Urbino González para TRABAJADORES (25-11-2012).

salas de cine

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Marquesina de la pizzería de autoservicio “Cinecitta”, ubicada en 12 y 23, en el Vedado, al lado de la sede del ICAIC y de la cinemateca, e inaugurada en los 1960s. Foto 2012.

Salas de cine, antes y ahora, por dentro y por fuera, conocidas y desconocidas, recordadas y olvidadas, queridas y odiadas, abiertas al público o cerradas, con programación o sin nada en cartelera, con murciélagos o con espectadores del género homínido. Sobre ellas, recientemente Diario de Cuba publicó un texto de Fernando Dámaso, Sombras en la sala oscura, del cual reproduzco una parte:

Antes de 1959, en la denominada Gran Habana —que incluía la ciudad de La Habana y Marianao—, con menos de un millón de habitantes, existían 134 salas cinematográficas en pleno funcionamiento. Las había con diferentes capacidades, desde 500 asientos las menos hasta más de 1000 la mayoría, y diseños: desde las más lujosas con aire acondicionado, butacas acolchadas (en algunos casos reclinables) y alfombras, hasta las más modestas con ventiladores y butacas de madera. La mayoría disponían de cafeterías y fuentes de soda adosadas y, casi todas, con servicio de golosinas y refrescos hasta en la propia sala, durante la función.

Existían diferentes circuitos de estrenos. Semanalmente se proyectaban filmes tanto norteamericanos como franceses, italianos, ingleses, españoles, mexicanos y argentinos, por solo citar las cinematografías más representadas. A veces, en dependencia del éxito en taquilla, un film podía permanecer en cartelera de estreno más de una semana, donde se exhibía acompañado del noticiero, algún documental y un dibujo animado. Después, la cinta pasaba a los cines de reestreno y de barrios, donde por lo regular su proyección se hacía acompañar de algún film de los llamados “de relleno”, que a veces resultaban tan buenos e interesantes como el principal.

Ir al cine constituía entonces un acontecimiento social y, en dependencia del contenido del film, podía hasta convertirse en una salida familiar. También era espacio para los enamorados y hasta para los grupos de amigos y amigas. Disfrutamos del cine mudo y del hablado en blanco y negro, en colores, de la 3D, del cinemascope y hasta del cinerama. Las salas se modernizaban, remodelaban y recibían las nuevas tecnologías. Eran tiempos en que marchábamos a la par del mundo. Después llegó el impasse y el desarrollo se detuvo.

Es verdad que durante algunos años todavía llegaron filmes de Italia, Francia, algunos de Japón, España, México, Argentina y Brasil, así como aparecieron de otros países como la Unión Soviética, Hungría, Checoslovaquia, Yugoslavia, la RDA, Bulgaria, China y Suecia, pero desaparecieron los de Estados Unidos, que siempre habían constituido la mayoría.

El público se fue adaptando a la nueva situación aunque, a ojos vista, el estado de las salas decaía. Primero desaparecieron las ofertas dentro de ellas, las fuentes de soda y las cafeterías. Después el aire acondicionado, los ventiladores, la alfombras, las cómodas butacas y hasta los proyectores y las pantallas, por falta de reparación y reposición. Ir al cine se convirtió entonces en un suplicio, y los espectadores comenzaron a abandonar las salas oscuras para refugiarse, primero,  en los pocos videoclubs existentes (muchos clandestinos), y después en los CD, DVD, memorias flash, discos externos y otras tecnologías.

A continuación vino la desaparición de las salas, la mayoría por derrumbe o por demolición, y otras convertidas en comercios, almacenes, viviendas colectivas, albergues, salas de deportes y hasta solares yermos. Últimamente algunas han sido rescatadas y se utilizan en actividades teatrales y musicales. A pesar del aumento de los habitantes de la ciudad en hasta dos millones, de la cifra inicial no sobreviven más de una veintena de salas de cines, muchas de ellas en estado deplorable, dejando de existir los cines de barrio….

También Aguaya Berlín, en Desarraigos provocados, ha compartido sus recuerdos de los Cines habaneros, enriquecidos con los comentarios de sus lectores y con muchísimas imágenes. Ambos posts tienen excelentes imágenes.

Ver también, en Cuba Material, tiempo libre.

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